domingo, 2 de junio de 2013

"Es una cosa rara." "No podría explicártelo." "Me gusta como besas."




Durante algunos segundos había vuelto. Aquél chico de 17 años que torpedeaba su corazón con razones y variables. Aquellas teorías que me hacían pasarlo realmente mal porque lo que realmente valía era lo que se sentía, sin pensar en si dolía, convenía o  incluso empeoraría. 

Como un niño con una nueva experiencia. La montaña rusa de las sensaciones se ha apoderado de mi de nuevo y me alegro por ello. La frialdad de cálculo y el temor a lo que pudiera pasar retoza en otros tiempos verbales. Agradecido, completamente agradecido a esa sensación, indescriptible a mi edad y bienvenida por otro. Acompañada de palabras, juegos y estudio.

Un secuestro, los placeres culpables, el alcohol, el charlar a todas horas, el uno contra uno, el ¡cuidado no te caigas!, cogerse del brazo, ir en chándal, salir de fiesta, reír y sonreír, la soberbia pactada, las críticas acompañadas, las estrategias controladas, la competición edulcorada, el sol que quema, las pecas, la timidez y la vergüenza, la vergüenza de la timidez, el chocolate, el dormir acompañado, la izquierda, la exclusividad, el dormir solo, el ron, el subidón de la light, el "cariño", el me gustas, la vestimenta, el volver a dormir poco, los masajes, los "bah", las croquetas, la horchata, los suspiros… 

Nos sobraron ganas, nos faltó tiempo; repetiremos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario