martes, 13 de marzo de 2012

11 Març 2002

Recuerda de qué color era la luz del día que la conoció, pues no sabe el motivo pero siempre se acuerda de la primera vez que vio a las personas que han terminado trascendiendo en su vida. No hacía frío. Recuerdo perfectamente como iba vestida: chaqueta lila y pantalones color carne. Me encantaba, me encantó…

Sólo había oído hablar de ella a través de su mejor amigo de la infancia que, a su vez, resultaba ser mi mejor amigo de entonces. Quedamos, un día como hoy de hace ya 6 años, los cuatro: mi amigo, ella, su amiga y yo. Yo fui de rebote. Supongo que intervino la casualidad o quizás las ganas de conocer y romper con “la negra” y sus sucios juegos.
Cuando me iba acercando al punto de encuentro vi a una chica con media melena castaña, mirada de desconcierto, bonitos ojos, con poca estatura y mucha curiosidad. Era ella. Por primera vez experimenté algo que nunca antes (ni después) había experimentado. Dicen que fue un flechazo instantáneo. Lo corroboro. Empezamos a andar y a hablarnos; miento, solo hablaba ella y mucho. Me aliviaba. Estaba muy nervioso, pero seguía su ritmo ligero.

Seis menos cuarto, llegábamos tarde a entrenar y ellas llegaban tarde a sus clases de música. Tímidamente, juramos volvernos a ver, a seguir en contacto y precisamente es eso lo que nos fallo. Pese a todo fue un bonito inicio.


Era como tener la presión de un tren a vapor en mi cabeza. En realidad me daba igual porque sabía que saliendo de mi habitación estaría esa puerta de la timidez que decía que habláramos en silencio y a esa persona que se acababa de cruzar en mi camino no necesitaba más que mi mirada para ayudarme a revolverlo todo. Desahogando todo lo ahogado anteriormente por miedo a la decepción por la incomprensión, por falta de observación, por las malas artes de “la negra”. Supongo que para ella fue como tener la sensación de tirarse al mar desde las rocas y que por muy altas que estuvieran sabía que nunca tocaría fondo, una mágica distorsión de la realidad.







… y tú lo sabes 



la#11


Es el deambular de las cigüeñas preparando el nido, el trino de los pajarillos, el sonido del agua que corre risueña por los arroyos... El latido de la vida se hace más patente, deleitándonos en cada paso, despertando poco a poco nuestros sentidos aletargados tras el frío invierno... El paraíso es eso, un instante de tiempo que nos gustaría que fuese eterno...

bienvenida primavera...



la#11

viernes, 2 de marzo de 2012

Volver

 
No hay mayor ejercicio de imprudencia que regresar a aquellos lugares donde una vez fuimos felices. Porque, a estas alturas, aprendimos que la nostalgia está mejor envuelta en celofán que conjurando a los demonios del tiempo y la distancia. Pero una vez allí, y si el cielo negro que compartimos estos últimos días con nocturnidad, no se desploma sobre nuestras (ya no tan pobladas) cabezas, y si la tierra no se desgaja bajo nuestros pies, cualquier sensación es capaz de llevarte media vida atrás aventando el polvo acumulado con los años. Y se produce el milagro. Nada es igual, pero nada es diferente: los olores, los colores, las cosas, ellas... 

"Estás como siempre", aunque sabes que no. Tú lo rescatas como lo congelaste en la memoria (alternación), porque quizá la realidad no sea tal cual es, sino como la recordamos, y ni siquiera la evidencia nos puede convencer de lo contrario. Pobres idiotas. O pobres de nostros si un picotazo de acercamiento y de ternura no es capaz de arrebatarnos una lágrimo de gozo y un instante (¡muchos!) de reconciliación con el pasado. Son nuestras huellas y, en definitiva, seguiremos caminando por delante de ellas, seguiremos puliendo cristal de Bohemia...


la#11